«Das Ding». La mentira sobre el mal

Lacan realiza en los primeros capítulos del Seminario 7 un comentario sobre el “Proyecto” de Freud. Rescata de ahí el término das ding afirmando que es su interés mostrar la función pivote que se le debe dar a algo que se encuentra “en un recodo del texto”.

Freud define los procesos psíquicos primarios como aquellos que van de la investidura-deseo hasta la alucinación, y los procesos secundarios como aquellos que son posibilitados solamente por una buena investidura del yo. Ding (la cosa del mundo) aparece en el apartado donde distingue el recordar y el juzgar. Cuando la investidura deseo no coincide en absoluto con la percepción se tratará de buscar en el recuerdo una imagen que coincida y es ahí que se pone en marcha el proceso del pensar, que distingue de dos modos: uno la corriente que se dirige sobre los recuerdos despertados y el otro que sobre lo nuevo realiza un trabajo de juicio.

El prójimo (nebenmensch) es aquel que ofrece al sujeto el objeto de la satisfacción, objeto que es simultáneamente el primer objeto de satisfacción a la vez que el primer objeto hostil. Es sobre este prójimo que el sujeto aprende a discernir. Los complejos de percepción que parten del prójimo son en parte nuevos y en parte del todo conocidos. Es a partir de esta doble ubicación que Freud describirá el complejo del prójimo como separado en dos componentes. Lo que puede ser comprendido por un trabajo de memoria y lo que se mantiene reunido como una cosa del mundo, desconocido para el sujeto (ding). Freud llama a esta descomposición, discernimiento, que contiene un juicio que hallará su finalización cuando se alcance la meta.

Lacan sitúa a das ding como la primera aprehensión de la realidad por el sujeto, realidad que a su vez tiene la más estrecha relación con el prójimo, siendo a la vez aquello que le es lo más extranjero. Lo sitúa cómo aquello fuera de significado, que va a constituir un modo de relación, de afecto primario que es anterior a toda represión. Señala que das ding se presenta como una ley arbitraria, de signos a traducir, donde el sujeto no tiene garantía alguna. Es por eso por lo que de allí de donde se espera lo bueno para el sujeto, puede también aparecer lo malo, paralelo con la afirmación freudiana de la coincidencia en el nebenmensch del objeto hostil y el objeto de satisfacción. No hay para el sujeto distinción posible del objeto como bueno o malo, no puede soportar ni un extremo ni el otro, no hay comprensión, nada se articula ahí como metáfora. El sujeto en este nivel hace síntomas que están en el origen de los síntomas de la defensa, aquellos que son la respuesta a la huella dejada por la experiencia del dolor.

Lacan introduce que a partir de ahí el sujeto va a defenderse mintiendo como forma de decir al respecto de la verdad. Es en este punto que recuerda el caso Emma (proton pseudos) donde Freud introduce la cuestión de la mentira del síntoma, que se demostrará, no es otra cosa que la defensa de lo traumático acontecido. Allí donde aparece un miedo a entrar en las tiendas, lo que está en juego es un encuentro traumático con un goce sexual inasimilable.

Lacan afirmará que el único modo como el sujeto puede marcar su relación con das ding como lo malo, sin que pueda formularlo como tal, es a través del síntoma.

 

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