TEXTOS DE ORIENTACIÓN

Santiago Castellanos

Acontecimientos traumáticos sexuales

Una paciente me dice en consulta que a la edad de 11 años fue abusada y violada por un hermanastro, hijo del marido que su madre había elegido en segundas nupcias. De ese segundo matrimonio de su madre se constituyó "una familia numerosa" en la que la madre se sentía feliz. La paciente guardó silencio porque pensó que si hablaba, todo "podía explotar". El acoso y los abusos sexuales se prolongaron durante 3-4 meses, hasta que el hermanastro se marchó a vivir con su madre biológica.

Esa experiencia de vida ha tenido consecuencias psíquicas y corporales para ella. Se refugió en los libros y se apartó, desde entonces, del registro del amor y del deseo, hasta que 15 años después, a partir del encuentro con un hombre del que se enamora, el primer momento del trauma se reactiva produciéndose una eclosión de su neurosis. Desde las primeras consultas ella dice que ha pagado un alto precio y que está dispuesta a denunciarlo porque “hace falta que él también lo pague”. Se abre así un tiempo subjetivo para comprender y elaborar lo que le está pasando.

El psicoanálisis freudiano se funda en el abandono de la teoría del fantasma de seducción que Freud escuchó de sus pacientes de los años 1895 a 1897. Posteriormente abandona esta teoría y piensa que no es en la contingencia sino en la sexualidad como tal donde reside la causa necesaria del malestar sexual1. En “L´Etourdit”, publicado en 1973, Lacan plantea el famoso aforismo de “no hay relación sexual”, que de forma enigmática separa la sexualidad humana de su relación con la naturaleza: el instinto está perdido y no hay en el inconsciente una escritura de la relación entre lo sexos. La inmersión en el lenguaje es traumática porque en su centro se instala el agujero de la “no-relación sexual” que no podrá ser escrita. El troumatisme (“trou” traducido por agujero) es un neologismo de Lacan que conecta en una sola palabra, el agujero de lo real y su dimensión traumatizante. Siempre hará falta una regla a inventar a través del fantasma o del síntoma, lo que llevará a Lacan a decir que el traumatismo es en última instancia el trauma sexual2

A este punto de partida, estructural para todo ser hablante, se añaden las marcas que determinados “acontecimientos traumáticos”, contingentes, producen en cada sujeto.

En el caso que he comentado, hay un primer momento de silencio y un segundo momento en que otro encuentro contingente despierta, conmoviendo al sujeto, el trauma anterior que había quedado “durmiente”, lo que desestabiliza masivamente todas las defensas que el sujeto había constituido. Es en ese momento que la paciente puede consultar a un psicoanalista y comenzar a hablar, contrariando el principio de silencio de la pulsión, tiene que consentir a una pérdida de goce por el solo hecho de hablar.

Lacan afirma en el seminario XX: “El goce del cuerpo del Otro no es signo de amor” lo que permite percibir cómo la vía del consentimiento puede abrir una vía a una forma de cesión subjetiva. Esta dialéctica entre ceder y consentir ha sido trabajada, desde la perspectiva psicoanalítica, por Clotilde Leguil en su libro: “Ceder n’est pas consentir”. Allí podemos encontrar un trabajo epistémico, clínico y político de mucho interés para pensar la clínica contemporánea.

Camile Kouchner publica en 2021 un libro, “La familia grande”, en el que acusa a su padrastro, el constitucionalista Oliver Duhamel, de violación e incesto a su hermano gemelo de 13 años. El libro nos muestra como el silencio arraiga en el cariño, sin coacciones, por instrumentalización del amor y la confianza. Ella no es capaz de separarse de su ideal de la “familia grande” y cede a la situación traumática con su silencio cómplice. El silencio tiene un lado pulsional y esto no será sin consecuencias. La culpa la acompaño durante más de tres décadas. El “secreto” que les impuso el “adorado padrastro” para proteger a una madre depresiva, que cuando le contaron los hechos, culpabilizó a los hijos y apoyó al marido hasta su muerte en 2017.

Vanessa Springora publica en 2020, “El consentimiento”, en el que relata como a la edad de 13 años conoce a Gabriel Matzneff, un escritor 36 años mayor que ella, de gran prestigio y carisma. Tras un largo y calculado cortejo por parte del escritor, con numerosas cartas de amor, éste consigue iniciar una relación con ella. Esas relaciones eran consentidas por Vanessa porque creía estar enamorada, hasta que se dio cuenta que simplemente era parte de una serie. En sus declaraciones realizadas en la presentación del libro afirma que ella, con 13 años, era una presa fácil, y que tras ser madre se dió cuenta de lo sencillo que es para un adulto, o cualquier figura de autoridad, seducir a un menor. Eso despertó en ella el deseo de escribir.

En el “ceder a” el sujeto sufre una efracción, una fractura violenta, en la que el sujeto puede haber consentido a algo, como es el caso de Vanesa Springora, de manera que será su cuerpo el que pagará un alto precio enfermándose después.

Encontramos en la clínica como en ocasiones un niño abusado no comprende bien si está de acuerdo o no. En el fondo, el perverso puede lograr su acuerdo o producir un forzamiento, de una forma que el o ella no pueden reconocerse en él y dirimir sus consecuencias un tiempo después, porque viola su cuerpo y también su psiquismo.

Esta es la razón por la que Lacan no puso su firma en ninguna de las peticiones que, tras mayo del 68, algunos intelectuales franceses promovieron en nombre de la libertad sexual para permitir las relaciones entre adultos y menores. El problema es que en nombre de la liberación sexual se abría la puerta a un modo de goce sin límite alguno, es decir del empuje a gozar.

Cada niño o cada adolescente va a interrogar su no saber sobre la relación entre los sexos a partir de los “ensueños”. Como dice Lacan en el prólogo al “Despertar de la primavera”, cada uno tendrá que inventar su acceso a la sexualidad y hay un derecho a defender, en el niño y el adolescente, el derecho a no saber y a inventar una solución propia, sin intromisión ni forzamiento alguno.

Sade funda su principio del derecho al goce sobre la doctrina de los derechos del hombre. Lo que la experiencia sadiana promete no es el placer sino el dolor, una promesa de ignorancia y abyección en la sumisión total al imperativo de goce. El superyó no se preocupa de hacer consentir al sujeto sino de hacerlo ceder, ceder al superyó, que no busca el interés del sujeto. La experiencia sadiana atenta contra lo más íntimo del sujeto provocando un sentimiento de vergüenza y cortocicuitando la palabra. Una vez que se franquea la barrera del pudor, un afecto que se sitúa entre el yo y el Otro, el sujeto puede caer y abandonar su cuerpo al goce del Otro.

En el Seminario 10 Lacan concibe el traumatismo como un “ceder a” la situación traumática, que no es lo mismo que consentir. Nos podemos preguntar acerca ¿cuáles son los resortes del “dejarse hacer”?

Esto tendrá que ser dilucidado en la experiencia de un análisis, singular para cada uno. Es en este sentido que la transferencia puede operar sostenida en la confianza que se deposita en el analista, confianza en su deseo, que no se orienta por el goce. Esto podrá ser el punto de partida de otra cosa, en la medida en que el analizante podrá hacer la experiencia de que en esta ocasión “el Otro no goza de mi”. El analista, con la modalidad de su presencia, sus intervenciones, su silencio, permite al analizante escuchar la voz del superyó y discriminar entre su goce y su deseo, percibir cual es el objeto pulsional con el que el sujeto se las tendrá que arreglar. Y, más allá de eso, podrá leer algo de lo real traumático, que no son huellas significantes sino huellas de goce.

 

Notas:

  1. Laurent, Eric, “El revés del trauma”, Revista Virtualia de junio-Julio 2002.
  2. “Pero todos sabemos porque todos inventamos una cosa para colmar el agujero en lo real. Donde no hay relación sexual eso hace un “troumatisme”. ¡Inventamos! Inventamos lo que podemos, claro. Cuando no somos astutos, inventamos el masoquismo.” Lacan, Jacques. “L´Étoudit”, en Otros Escritos.
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Notas:

  1. Laurent, Eric, “El revés del trauma”, Revista Virtualia de junio-Julio 2002.
  2. “Pero todos sabemos porque todos inventamos una cosa para colmar el agujero en lo real. Donde no hay relación sexual eso hace un “troumatisme”. ¡Inventamos! Inventamos lo que podemos, claro. Cuando no somos astutos, inventamos el masoquismo.” Lacan, Jacques. “L´Étoudit”, en Otros Escritos.