Amor, sacrificio y estrago

El amor no es natural. Es una ficción, un artificio, como el síntoma. Invenciones ineludibles que buscan conciliar frente a la falta constitutiva: el ser humano por su condición de hablante viene determinado por carecer de un “programa natural” que oriente su existencia. Una excepcional condición que supone la sustitución de la rigidez del empuje instintivo por la indeterminación del lenguaje. Esta insuficiencia constitutiva, ese agujero en el saber, ese “troumatisme1 constituyen y singularizan al sujeto en sus modos de gozar.

Por ello el “ser hablante” necesita ingeniárselas para ajustarse al rasgo de no equivalencia que caracteriza la relación sexual. “Todos inventamos un truco para llenar el agujero de lo Real…uno inventa lo que puede, por supuesto2.

El objeto de amor viene a suplir una carencia. Para Freud la de un objeto primordial y perdido. Para Lacan la imposibilidad de la “relación sexual”. Y aun cuando brinda al sujeto la oportunidad de una salida, porción de utopía, al goce autista que le caracteriza, el amor no es un destino sublime porque la suplencia no excluye la imposibilidad. Será siempre una experiencia efímera, contingente, y más allá del empeño en hacerlo necesario, “el amor es impotente, aunque sea recíproco, pues no es más que el deseo de ser Uno, lo cual nos conduce a la imposibilidad de establecer relación”3.

Surgirá entonces la naturaleza narcisista de todo enamoramiento, velada tras el altruismo inicial. El amor narcisista exige al otro, en exceso, renuncias que construyen en el lazo las condiciones para el dominio, el abuso y los maltratos.

El amor romántico con alta dosis de sufrimiento, “si no sufro por el otro no es verdadero amor”, es de actualidad entre parejas jóvenes. Ideal que paradójicamente se acrecienta en la era de la emancipación de las mujeres, cuando luchan por su estatus y su seguridad. Porque son ellas las que más arriesgan en el lazo romántico. Se trata de un ideal que exige a las mujeres. Para muchas, amor es demandar ser amada en exclusividad y ser toda para el otro, ceder y sufrir en nombre del amor.

Son condiciones que terminarán por instalar relaciones sacrificiales no recíprocas, “hasta el punto de que no hay límites a las concesiones que cada una hace para un hombre: de su cuerpo, de su alma, de sus bienes”4.

De esto se trata en los “amores traumáticos”, de esas mujeres que sufren atrapadas en vínculos, idealizados o no, de sumisión y sacrificio. Cada una enredada en un amor capaz de destruirle.

Entendemos por trauma aquel acontecer que se presenta inesperado, en exceso e inconcebible. Es enigma irreductible y hace marca ahí donde el sujeto tomó parte, donde se vio comprometido. Marca como testigo del horror sufrido pero que hará a lo más singular de cada sujeto.

Amor, sacrificio y daño. Este enunciado lo podemos tomar como un nombre del trauma cuyos tiempos observamos en el valiente testimonio de Nevenka Fernández, veinte años después, en su interminable recorrido huyendo de la posición de víctima que le otorga el Otro y en un esfuerzo por elaborar lo que no pudo ser introducido en una red de sentido. “No puedo olvidar lo que no puedo mirar”, dice5.

Seducida en una estrategia perversa, porque perverso es someter al otro a la voluntad de uno. Reducida a objeto de goce. Dejada caer de forma sádica.

Y el resultado un cuerpo gravemente comprometido. Cuerpo marcado por los excesos del otro.

 

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Notas:

  1. Lacan. J., Seminario XXIII: El sinthome. Paidós. Pg. 128.
  2. Lacan. J., Seminario. XXI: “Le non-dupres errent”. Clase del 19-2-74.
  3. Lacan, J., Seminario XX: Aun. Paidós. Pg. 14.
  4. Lacan. J., “Televisión”. Otros escritos. Paidós. Pg. 566.
  5. “Nevenka”. Netflix 2021.