Finlandia

“El 14 de noviembre de 1995 maté sin querer a la hija mayor de mi hermana, haciendo marcha atrás con el auto. Entre el impacto seco, los gritos de pánico de mi familia y el descubrimiento de que en realidad había chocado contra un tronco, ocurrieron los diez segundos más intensos de mi vida. Diez segundos durante los que me aferré al tiempo y supe que todo futuro posible sería un infierno interminable” 1.

Así empieza “Finlandia”, un relato corto del escritor Hernán Casciari en el que nos cuenta con asombroso detalle un acontecimiento imprevisto: se encuentra en la fiesta de cumpleaños de su abuela materna cuando le pide prestado el coche a uno de los comensales para ir a entregar un trabajo. Se sube al coche, vigila por el espejo retrovisor, hace marcha atrás y siente un golpe seco contra la parte trasera del vehículo. En ese mismo instante “se detiene el mundo para siempre”2. Son diez segundos, pero para él el reloj se para ante el hecho más desgarrador: la certeza de que ha atropellado mortalmente a su sobrina. No importa que después la historia tuviera, afortunadamente, un final feliz, esos diez segundos dejaron al protagonista de la narración una marca que le hizo despertar transpirado durante años enteros cuando esos diez segundos regresaban por la noche sin el final feliz del tronco.

Ese acontecimiento imprevisto que traumatiza tiene una modalidad temporal propia: la sorpresa. Desde un punto de vista aristotélico los acontecimientos que vivimos se pueden ubicar en dos categorías distintas3: por un lado, la repetición, el automaton; por otro, lo inesperado, la sorpresa, la tyché. Podríamos decir que la mayor parte del tiempo de la vida de alguien pertenece al primer registro, el del automaton, se trata de aquellos acontecimientos que podemos prever, anticipar y, por tanto, comunicar, hablar de ellos. Los que pertenecen a la segunda categoría, los acontecimientos imprevistos, en cambio, se ubican en una conmoción tan radical que para el sujeto algo cambia de cuajo y ante lo cual, a menudo, se queda sin palabras. Esa cesura introduce Otra escena, de ahí que, a partir de ese momento, nada volverá a ser igual. Ahora bien, para establecer una diferencia entre unos acontecimientos y otros tiene que darse una condición previa: cierta regularidad.

Lacan nos da un ejemplo muy divertido en otro cuento que da imagen a la portada del Seminario 5 Las formaciones del inconsciente 4. En dicha historieta un profesor formula a un estudiante que se está examinando distintas preguntas sobre famosas batallas terrestres de la historia, a las que el estudiante ofrece siempre la misma respuesta, un elemento que podría estar presente en cualquier combate: “un caballo levantado sobre las patas traseras, relinchando”5. Sin embargo, en la última réplica acontece algo nuevo. Para responder al profesor ya no es válida la misma respuesta ofrecida hasta el momento, pues le está interrogando sobre una batalla naval. Al exigirle una nueva respuesta, el alumno responde: “¡Eh! ¡Eh! ¡Atrás, caballo, atrás!”6. Lo que sucede en este historia aparentemente trivial, y lo que genera el Witz 7 en quien lo lee, es precisamente un acontecimiento imprevisto: el alumno en esta última contestación ya no le habla más al profesor sino al caballo, surgiendo así una dimensión alucinatoria8. A partir de ese momento toda la historia adquiere un nuevo sentido, pues nos damos cuenta que en realidad el estudiante era el caballero de un caballo al cuál hablaba. ¿Qué es lo sorpresivo en este cuento? Que a partir del momento en que se inscribe la última réplica del profesor, la escena que conocíamos tan bien desde el comienzo –y a la cuál, gracias a la regularidad podríamos pretender, ilusoriamente, anticipar la respuesta del estudiante– cambia totalmente de sentido. La escena, tal como nos la habíamos representado, da un giro de 360º y “todas las condiciones previas a la emergencia de la sorpresa son perturbadas, borradas, sustituidas por Otra escena. Eso es lo propio de la sorpresa. Lo propio del acontecimiento imprevisto es borrar sus condiciones previas y volver a manejarlas”9.

Ambos relatos son vecinos de una serie de fenómenos clínicos que “están a la vez en el borde y en el corazón del sistema del lenguaje”10. Responden a un tiempo y a un espacio que no son ni cronológicos ni geométricos. El tiempo y el espacio sufren distorsiones, deformaciones. Más bien responden “a una topología que no está hecha simplemente de un interior y de un exterior. El trauma, la alucinación, la experiencia del goce perverso, son fenómenos de los que se puede decir que tocan con lo real”11.

El protagonista de “Finlandia” experimenta en esos diez segundos un acontecimiento imprevisto, una sorpresa que abre una hiancia, una cesura, que introduce algo tan Otro que podríamos hacer análogo a cuando un ser vivo llega al mundo. De ahí que Freud hablara del “traumatismo de nacimiento”12, pero no para leerlo como una separación con respecto a la madre, “sino aspiración en sí de un medio profundamente Otro”13. “Esto es lo que se ha llamado el trauma –no hay otro”14–, nos dirá Lacan.

El retorno de esos diez segundos se convierte así en una de las marcas del trauma, la conmemoración de un acontecimiento que, en realidad, nunca sucedió. Y sin embargo se trata de un encuentro que traumatiza al sujeto, precisamente, porque estuvo ausente, un encuentro que siempre será un desencuentro, una cita a la que no se puede acudir o a la que, sencillamente, siempre se llega demasiado pronto o demasiado tarde.

Un análisis quizás sea el tiempo posible, si así lo desea alguien, para poder hablar y dar testimonio de la experiencia traumática de cada uno. De restituir la trama del sentido que se puede haber desgarrado en momentos de crisis subjetivas. Pero para desmenuzar el sentido de algunas marcas, sin duda, “hace falta tiempo”15. El encuentro con un psicoanalista puede ser una oportunidad para, en lugar de añadir más sentido –como pretenderían algunos tratamientos que piensan lo traumático como algo universalizable a todos los que vivieron un mismo acontecimiento– inscribir esas marcas en la “particularidad inconsciente del sujeto”16. Un análisis nos permite, gracias a otro acontecimiento imprevisto –otra sorpresa que es la interpretación misma– “traumatizar el discurso común para autorizar al otro discurso del inconsciente”17 y “acceder, así, a una novedad original”18.

 

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Notas:

  1. Casciari, Hernán. “Finlandia”.
  2. Ibíd.
  3. Briole, Guy. “Después del horror, el traumatismo”. El Psicoanálisis  Nº 7.
  4. Lacan, Jacques. Seminario Libro 5 Las formaciones del inconsciente. Clase. VI. ¡Atrás Caballo! Paidós. Buenos Aires. 2010.
  5. Ibíd., p. 112.
  6. Ibíd.
  7. Palabra alemana que se puede traducir por chiste. Freud hace un extenso recorrido por el chiste en su texto: “El chiste y su relación con lo inconsciente”. Obras Completas. Tomo VIII. Amorrortu. Buenos Aires, 2012.
  8. Miller, Jacques-Alain. La erótica del tiempo y otros textos. Tres Haches. Buenos Aires, 2014, p. 38.
  9. Ibíd.
  10. Éric Laurent. “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares pero sin principios”. El Psicoanálisis Nº 7.
  11. Ibíd.
  12. Freud, Sigmund. «Más allá del principio de placer». Obras Completas. Tomo XVIII. Amorrortu. Buenos Aires, 2012. & «Inhibición, síntoma y angustia». Obras Completas. Tomo XX. Amorrortu. Buenos Aires, 2008.
  13. Lacan, Jacques. Seminario Libro X La angustia. Clase. XXVI. Del a a los nombres del padre, p. 354.
  14. Ibíd.
  15. Lacan, Jacques. «Radiofonía». Otros escritos. Paidós. Buenos Aires. 2014, p. 449.
  16. Éric Laurent. “El tratamiento de la angustia postraumática: sin estándares pero sin principios”. El Psicoanálisis Nº 7.
  17. Ibíd.
  18. Lacan, Jacques. Seminario Libro 5 Las formaciones del inconsciente. Clase. V. El poco sentido y el paso de sentido. Paidós. Buenos Aires. 2010, p. 100.