Marca del trauma como significante enigmático

“La única teoría a la que Lacan apunta aquí es su propia teoría precedente. Cuando definía el síntoma como ‘el significante de un significado reprimido’. (…) Implicaba que el significado es lo reprimido y que el retorno de lo reprimido –que es su efecto correlativo– es un significante. Implicaba una causalidad del significado sobre el significante: que el significado reprimido engendra un significante sintomático como retorno de lo reprimido. Por lo tanto, cuando aquí se articula el carácter primordial del significante, se produce un explícito y decisivo quiebre, porque ya no está en juego la primordialidad de lo “vivido como”. (…)

Lo decisivo ya no es el trauma, no es que el trauma sea un hecho de historia, sino que en ese momento podemos hablar del trauma, por el contrario, como un significante enigmático. La fórmula ‘el significante enigmático del trauma sexual’, que encontramos en La instancia de la letra…, ya indica esa elección, decisiva también para la práctica, de no aprehender el trauma a partir de la historia y del sentido, es decir, a partir de algo ‘vivido como’, sino a partir del enigma, que es ‘el colmo del sentido’, si quieren, pero precisamente en el punto en que éste se anula y, como significante, deja abierta la interpretación.”

Miller, J.-A., Causa y consentimiento,
clase del 13 de enero de 1988, Buenos Aires, Paidós, 2019, págs. 148-149.

 

Las marcas del trauma tienen un valor inaugural y se tejen con la existencia; Se trata de un encuentro primero que deja la marca de un goce real con el que se topó un sujeto. Herida inevitable en el hablanteser, que se inscribe en el cuerpo como enigma.

Lacan, tras el Discurso de Roma, ubicará ese primer tiempo en términos de sentido, de historia e interpretación, para pasar años después, en La instancia de la letra… a situarlo en relación al trauma, al “significante enigmático del trauma sexual”. Un significante que carece de sentido y constituye en el hablanteser la marca del encuentro siempre traumático con la sexualidad. En el Seminario 11 Lacan dirá que al encuentro con lo real se le ha llamado trauma pues implica que hay siempre algo imposible de asimilar en términos de sentido en dicho encuentro. Por lo que la marca no puede reducirse sólo a la dimensión significante ya que forma parte de la arquitectura del sujeto. Siendo el trauma, no lo que ocurrió y que podemos recordar más o menos, sino aquello que no podemos dejar de repetir sin recordar, aquello que –según Lacan– “no cesa de no escribirse”, pues la repetición no es lo que se repite, sino que es algo que “no para de no” que retorna como no realizado. El trauma y sus marcas serán así el anudamiento singular de cada uno entre lenguaje y cuerpo, que es diferente a pensarlo como un hecho que sería traumático para todos.

Al escribir estas breves líneas me ha venido a la memoria Austerlitz, la magnífica novela de W. G. Sebald, que entre otros registros, nos ilustra en relación a un tiempo sin pasado, al agujero en un sujeto más allá del recuerdo, pues vemos como Jacques Austerlitz, el protagonista, padece una tristeza que no puede explicarse y a cuya verdad no quiere despertar cerrándose a la trágica historia de la cual su vida es un capítulo extirpado. Un agujero. Transcurriendo su existencia en la errancia, hasta el derrumbamiento. Hasta que un día, escucha el relato de cómo dos mujeres en 1939 siendo muy niñas fueron arrancadas de su familia en Centroeuropa y llevadas a Inglaterra para salvarlas del asedio nazi. Momento en el que irrumpen en nuestro protagonista, significantes, imágenes, retazos que atraviesan su cuerpo inmóvil, hasta despertarlo a la certeza de que su desarraigo, su soledad y tristeza a la que no podía poner palabras, se tejía en el hecho de ser un refugiado judío, arrebatado para siempre de sus familia a los cuatro años. Momento en el que decide seguir el rastro de esas pérdidas, emprendiendo el peregrinaje por diferentes ciudades europeas, buscando rostros, paisajes, arquitecturas, que le permitan contornear el agujero y construirse una identidad.

W. G. Sebald, en esta obra extraordinaria, nos evoca también el camino del trauma al troumatismo del que nos habla Lacan, pues a sabiendas de que es imposible reparar el vacío, le pondrá el esfuerzo de poner palabras a aquello imposible, para que no quede en el olvido. Como Lacan señalara en su Seminario 21 “…todos inventamos un truco para llenar el agujero (trou) en lo Real. Allí donde no hay relación sexual, eso produce troumatisme (traumatismoagujero). Uno inventa. Uno inventa lo que puede…”

 

REFERENCIAS

  • Gorostiza, L., “La opacidad del analista trauma”, AMP Blog.
  • Lacan, J., “Discurso de Roma”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012.
  • Lacan, J., “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, Escritos 1, México, Siglo XXI editores, 1988.
  • Lacan, J., El Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1987.
  • Lacan, J., El Seminario 21 Les non dupes errent, clase de 19 de febrero de 1974, inédito.
  • Sebald, W. G., Austerlitz, Barcelona, Anagrama, 2006.

 

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