Tres citas de Lacan sobre el trauma… y una más

1.

“¿A fin de cuentas, de La interpretación de los sueños hasta este periodo que he calificado de intermedio, qué es lo que fue originariamente reprimido? Es, una vez más y como siempre, el pasado. Un pasado que debe ser restituido, y acerca del cual no podemos sino evocar, una vez más, su ambigüedad y los problemas que suscita en lo atinente a su definición, su naturaleza y su función.

Este periodo es el mismo del Hombre de los lobos, donde Freud plantea la pregunta: ¿qué es el trauma? Se da cuenta que el trauma es una noción sumamente ambigua, ya que, de acuerdo con la evidencia clínica, su dimensión fantasmática es infinitamente más importante que su dimensión de acontecimiento. El acontecimiento pasa a un segundo plano en el orden de las referencias subjetivas. (…) No creo traicionar el pensamiento de Freud –basta saber leerlo pues está escrito con todas las letras– diciendo que sólo la perspectiva de la historia y el reconocimiento permite definir lo que cuenta para el sujeto”.

Lacan, J., El seminario, libro 1: Los escritos técnicos de Freud,
Buenos Aires, Paidós, 1981, pág. 61.

 

2.

“Las formas que adquiere la represión son atraídas por este primer nódulo, que Freud atribuye, en esa época, a determinada experiencia a la que llama experiencia originaria del trauma. Retomemos el problema de la significación de la noción de trauma, noción que debió relativizarse; retengan por el momento que el nódulo primitivo está en un nivel distinto al de los avatares de la represión. Constituye su fondo y su soporte.

En la estructura de lo que le ocurre al hombre de los lobos, lo Verwerfund de la realización de la experiencia genital es un momento muy especial, que Freud mismo distingue de todos los demás. Cosa singular, lo que se ha excluido de la historia del sujeto, lo que éste es incapaz de decir, necesitó del forzamiento de Freud para hacerse accesible. Sólo entonces la experiencia repetida del sueño infantil adquirió su sentido, y permitió, no la reviviscencia, sino la reconstrucción directa de la historia del sujeto”.

Ibid., pág.76.

 

3.

“El valor traumático de la efracción imaginaria producida por ese espectáculo [la visión por parte del hombre de los lobos de la copulación de los padres] no debe, en modo alguno, localizarse justo después del acontecimiento. (…)

Este sueño de angustia [el sueño de los lobos] es la primera manifestación del valor traumático de lo que he llamado, hace un instante, efracción imaginaria. Se trata, tomando prestado un término de la teoría de los instintos tal como está elaborada actualmente, (…) de una Prägung –este término tiene resonancias de acuñación, acuñación de una moneda– la Prägung del acontecimiento traumático. (…)

Esta Prägung estrictamente limitada al dominio de lo imaginario, resurge a medida que el sujeto avanza en un mundo simbólico cada vez más organizado. (…)

Freud nos muestra, pues, lo siguiente: el sujeto se realiza en la medida en que el drama subjetivo es integrado en un mito que tiene valor humano extenso, incluso universal. (…)

Es en la medida en que, por el juego de los acontecimientos, ella [la neurosis infantil] es integrada en forma de símbolo, en historia, que la acuñación está casi a punto de surgir. Cuando surge efectivamente, (…) ella adquiere en el plano imaginario su valor de trauma, dada la forma especialmente conmovedora de la primera integración simbólica para el sujeto.

El trauma, en tanto cumple una acción represora, interviene a posteriori, nachträglich. En ese momento, algo se desprende del sujeto en el mundo simbólico mismo que está integrado. A partir de entonces ya no será algo del sujeto. El sujeto ya no habla más de ello, ya no lo integrará. No obstante, esto permanece ahí, en alguna parte, hablando, si podemos decirlo así, a través de algo que el sujeto no domina. Será el primer núcleo de lo que luego habrán de llamarse sus síntomas”.

Ibid., págs. 281-283.

 

… y una más

“Considero que haber enunciado, mediante una escritura, lo real en cuestión tiene el valor de lo que se llama generalmente un traumatismo. (…) Digamos que es el forzamiento de una nueva escritura, que tiene lo que es preciso llamar por metáfora un alcance simbólico, y también el forzamiento de un nuevo tipo de idea, si puedo decir así, una idea que no florece espontáneamente por el solo efecto de que produce sentido, es decir, lo imaginario.

No se trata tampoco de que sea algo del todo ajeno. Diré incluso más, permite percibir, palpar, pero de manera completamente ilusoria, lo que puede ser lo que se llama la reminiscencia, y que consiste en imaginar, a propósito de algo que funciona como idea pero que no es tal, que la remisnice, si puedo expresarme así.

La reminiscencia es distinta de la rememoración. Freud distingue las dos funciones porque él tenía el sentido de las distinciones.

La rememoración es evidentemente algo que Freud forzó por completo gracias al término impresión 1. Él supuso que había cosas que se imprimían en el sistema nervioso, y las proveyó de letras (…).

Freud declara en el “Proyecto” la idea de representar esto por redes, y quizá fue esto lo que me incitó a darles una nueva forma, más rigurosa, haciendo de ellas algo que se encadenara en lugar de simplemente trenzarse.

La rememoración es hacer entrar estas cadenas –y no es fácil, (…)–, hacerlas entrar en algo que ya está ahí y que se llama el saber. He intentado, en efecto, ser riguroso señalando que lo que Freud sostiene como el inconsciente supone siempre un saber, y un saber hablado. El inconsciente es enteramente reductible a un saber. Esto es lo mínimo que supone el hecho de que pueda ser interpretado.

Es claro que este saber exige como mínimo dos sostenes, que llamamos términos, y los simbolizamos por letras. De ahí mi escritura del saber sostenida por S subíndice 2, S2. No es S al cuadrado, es el S que se supone que es 2. La definición que doy del significante cuyo soporte es S subíndice 1, S1, es que representa a un sujeto como tal, y lo representa verdaderamente. Verdaderamente quiere decir en este caso en conformidad con la realidad.

Lo verdadero es un decir conforme a la realidad. La realidad es en este caso lo que funciona, funciona verdaderamente. Pero lo que funciona verdaderamente no tiene nada que ver con lo que designo con lo real. Es una suposición completamente precaria que mi real –porque es preciso que lo ponga en mi haber– condicione la realidad, la de la audición de ustedes por ejemplo. Hay en ello un abismo que estamos lejos de poder asegurar que se franquea.

En otras palabras, la instancia del saber que Freud renueva, quiero decir innova, con la forma del inconsciente, no supone en absoluto obligatoriamente lo real de que me sirvo.

Yo transmití muchas de estas cosas que se llaman freudianas. (…) Pero, en lo que llamo lo real, inventé, porque eso se me impuso. (…) Lo máximo que se puede figurar de él es decir que lo real aporta el elemento que puede mantener juntos lo imaginario y lo simbólico, es decir, cosas que son muy diferentes entre sí.

Esto es algo que puedo decir que considero como nada más que mi síntoma. Quiero decir que es mi propia manera de llevar a su grado de simbolismo, al segundo grado, la elucubración freudiana (…). Digamos que reacciono a esto en la medida en que Freud articuló el inconsciente.

Ya vemos ahí que es una manera de llevar el sinthome mismo al segundo grado. En la medida en que Freud hizo verdaderamente un descubrimiento –suponiendo que ese descubrimiento sea verdadero-, puede decirse que lo real es mi respuesta sintomática.

Reducir esta respuesta a ser sintomática es también reducir toda invención al sinthome”.

Lacan, J., El seminario, libro 23: El sinthome,
Buenos Aires, Paidós, 2006, págs. 128-130.

 

Las citas del Seminario 1 (1953-54) muestran, por un lado, que la noción de trauma no debe limitarse a la idea de acontecimiento, sino que tiene una relación mucho más íntima con la represión originaria a partir de la cual el sujeto neurótico construirá su historia o con el acontecimiento forcluido, no simbolizado, a partir del cual el sujeto psicótico construirá su delirio.

En este sentido, las marcas del trauma alcanzan todo su valor en la construcción del síntoma por parte del sujeto, síntoma con el que, o a partir del cual el sujeto construirá una realidad vivida como propia, su propio universo en el que habitar.

En estas tres citas, vemos como Lacan señala que lo peculiar del trauma, lo que constituye su marca es que del acontecimiento hay un resto que queda sepultado bajo lo que entonces llamaba, retomando la noción de Freud, una represión originaria. El ejemplo que toma para guiarse en la construcción de esta idea es el del hombre de los lobos, y más en concreto en la reconstrucción que Freud le fuerza a hacer de lo que alcanzará el valor de acontecimiento originario, la visión de la práctica coital de los padres.

En la última cita del Seminario 23 (1975-76), aparece esta misma idea de que hay un resto que no entra en la simbolización del sujeto, que escapa, podemos decir, a su inconsciente transferencial y que insiste en tanto no simbolizado, en tanto no puede caer bajo la dialéctica de una cadena significante. De hecho, Lacan compara el descubrimiento de que todo saber recubre un real, un imposible que dicho saber no abarca, con un traumatismo recubierto por una invención del sujeto. ¿Cabe, por tanto, pensar el sinthome como una “marca del trauma”?

 

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Notas:

  1. El término impresión remite al término alemán Prägung de las citas anteriores del Seminario 1.